El estado: Garante del capitalismo
Si la recesión sirve para limpiar la economía, no tendrá más importancia
P. Solbes, ministro de economía.
Con semejante descaro el ministro de economía español ejercía su función como correa transmisora entre el estado y los intereses de la ideología dominante. No es de extrañar que los representantes del estado traten de vender a los trabajadores que los procesos de concentración de capital, la formación de monopolios y la continua crisis del capitalismo es algo de lo más normal, que no les debe preocupar, aceptando sumisos y despreocupados su papel asignado por el viejo mundo.
Y efectivamente para la burguesía –única clase representada por el estado- no tendrá más importancia, porque esa es la dinámica del capital, porque mientras las empresas menos preparadas se derrumban, los grandes monopolios se comen sus restos y son apoyadas por el estado fortaleciéndose y haciendo valer su hegemonía.
Sin embargo esta misma realidad es muy diferente para los trabajadores que se ven desprovistos de las ventajas ilusorias que el capitalismo había prometido garantizar. Quizá el ministro debería haber añadido “los trabajadores no deben preocuparse por nada, ya que nada es lo que poseen” y es que la ficticia propiedad de la vivienda no tendrá ningún valor cuando la crisis hipotecaría toque fondo y millones de trabajadores se vean obligados a vender sus hogares para afrontar el pago de sus deudas como ocurrió en EEUU (2007). Y es que la “confianza”, o lo que es lo mismo, la sumisión a la explotación, la fe ciega en el capitalismo es el único combustible que permite seguir andando a la maquinaria capitalista contra los intereses objetivos de la historia.
¿Qué pasará cuando los bancos comiencen a aplicar restricciones a la retirada de dinero a los trabajadores debido a la falta de liquidez? ¿Cómo explicarán la generalizada subida de precios de los bienes de consumo? ¿A quién atribuirán el continuo ascenso del número de parados? ¿Cuánto tardarán en pedir abaratar los despidos como única medida para generar empleo? ¿Quién saldrá a dar la noticia de que los fondos de garantía social de los trabajadores no dan más de si?
No es de extrañar que España, junto al resto de países europeos y los EEUU hayan intervenido sus bolsas prestando millones de euros expropiados a los trabajadores a las mismas entidades financieras que ahora se ven ahogadas por su propia desconfianza interna. Quienes han reaccionado tarde, como Rusia, han tenido que cerrar sus centros de especulación ante las increíbles caídas de los valores. Que tiemble la escasez de alimentos, que ha llegado la escasez de liquidez.
Y es que los trabajadores han entrado en una espiral diabólica. Con el aumento de la tasa de morosidad los bancos se vuelven más reacios a prestar dinero, las grandes industrias se ven desprovistas de préstamos al no poder cumplir con las nuevas condiciones y no son capaces de contratar más trabajo. Miles de trabajadores se encuentras sin empleo y son incapaces de afrontar sus deudas, lo que puede hacer desplomarse a las entidades bancarias. El mensaje es claro: Ante el desplome de los trabajadores y las financieras, el Estado ha de salvar a las financieras.
El origen de la actual crisis financiera lo podemos situar en los años dominados por unos tipos de interés bajísimos como fórmula mágica del capitalismo para garantizar su crecimiento “ilimitado”. Pese a que la propaganda ideológica rezara lo contrario, los capitalistas de todo el mundo se habían percatado de su error, y de manera planificada coordinaron una lenta y progresiva subida de los tipos de interés para tratar de frenar la dinámica de endeudamiento generada a la vez que incidían en políticas belicistas y de expansión de mercados.
Sin embargo la caótica expansión capitalista es incontrolable y frente a sus “medidas de choque” se encontraba todo un entramado de lo que se ha llamado “hipotecas de alto riesgo” que a través de un sistema de compra-venta de deudas, esta se diluía en lo más profundo del sistema financiero.
Una vez diagnosticada la enfermedad el gobierno de los EEUU aprueba en el 2007 la primera ayuda económica tras años sin intervención estatal. Sin embargo la intervención es insuficiente y los capitalismos emergentes, enriquecidos debido al aumento de los precios de las materias primas y de los bienes de consumo, acuden como aves de rapiña a despiezar y repartirse las mejores piezas heridas de muerte.
Es entonces cuando el capital nacional tiene que cambiar de estrategia y moviliza toda la fuerza del estado para garantizar la supervivencia del monopolio financiero como protección del exterior. Aquí es donde entran todas las medidas que inundan los periódicos los últimos días con el silencio cómplice de quienes han defendido de manera extremista el libre mercado, o mejor dicho, la libre explotación y el libre saqueo internacional.
¿Qué nos ha enseñado la historia del papel del estado y de la formación de monopolios?
El estado surge como escenificación de los intereses contrapuestos de clase. Garante de la propiedad privada su función es la de imponer los criterios de la clase dominante a la clase dominada. Es por ello que el estado desde su nacimiento es la mayor herramienta de control y represión de la burguesía hacia los trabajadores permitiendo mantener la explotación a través de la coacción ideológica y física a cualquier nivel siempre y cuando sea necesario.
Es por ello, que ya desde tiempos antediluvianos, para abrir cualquier ruta comercial, primero marchaban las tropas militares y luego las civiles. El papel del estado capitalista ha cambiado poco. Los soldados británicos se abrían paso en África por delante de las vías del ferrocarril al igual que hoy lo hacen en Irak o Afganistán los soldados norteamericanos y europeos, la única diferencia es que ya no tienen el mal gusto de renombrar a Irak como Rodesia. Que Haití no pueda hacer frente a sus deudas no es un gran problema desde el punto de vista de la coacción militar, que no lo hagan los EEUU, Rusia o las potencias europeas ya sucedió en la Alemania de 1932.
El estado nacional defiende los intereses de su burguesía nacional que aspira nada más y nada menos que a su supremacía total como clase hegemónica. No es de extrañar por tanto que todo desembocara en el surgimiento del imperialismo declarando al colonialismo como obsoleto. La cada vez más estrecha colaboración entre la burguesía nacional y el estado imperialista dio lugar al desarrollo del capital financiero y a la formación de nuevos monopolios hegemónicos generando una simbiosis aun mayor con el estado hasta que uno y otro se hacen prácticamente indistinguibles dando lugar a la cara más terrible del capitalismo: El fascismo.
Cabe destacar el importantísimo papel de los llamados partidos socialdemócratas para gestionar los procesos de confrontación monopolística y aupando al fascismo al poder. Un gran revolucionario definió a la socialdemocracia como “la facción moderada del fascismo” y los hechos le dieron la razón cuando en 1932 y en adelante la socialdemocracia alemana dispuso alfombra roja a la llegada de Hitler al poder.
La historia nos ha demostrado tres importantes lecciones:
- La encomiable labor al servicio de la burguesía del estado capitalista.
- La inevitable formación del capital financiero monopolístico y la trasformación fascista del estado.
- La tendencia invariable de favor a la burguesía por parte de la socialdemocracia.
Paralelismos actuales:
Parece que el escenario internacional no es nada prometedor si nos atenemos a las enseñanzas de la historia. Nos encontramos en un proceso de concentración del capital financiero., los estados capitalistas desarrollados pugnan con los estados capitalistas emergentes generándose una serie de contradicciones inter-imperialistas tratando de ganar posiciones para la futura pelea por el nuevo reparto de la tarta mundial.
A su vez, las conquistas históricas de los trabajadores han sido arrancadas una a una, mientras que paralelamente se desarrollaba el aparato represivo más impresionante de la historia amparado por una imposición ideológica del pensamiento dominante. Como colofón, parece que los herederos de la misma internacional socialista que aplaudió el nazismo mientras encerraban a los comunistas, son los encargados de gestionar la barbarie capitalista a escala global.
El capitalismo es crisis, la única solución: SOCIALISMO.
Y es que el capitalismo ha tenido que ir siempre a remolque de los logros alcanzados por el socialismo. El “estado de bienestar”, como concesión temporal a la clase obrera, fue ideado para hacer frente al bienestar social y material garantizado por los estados socialistas a sus trabajadores. No es de extrañar que esas concesiones hayan ido desmantelándose una a una según la burguesía se garantizaba la dominación ideológica frente al socialismo.
Es curioso como los economistas burgueses actuales dicen que la variable que más puede “desequilibrar” la economía es la inflación. Lo que no dicen y se callan estos pregoneros del capitalismo es que el único sistema capaz de controlar la inflación demostrado por la humanidad ha sido el socialismo. Por supuesto cuando era una evidencia para el mundo el control de los precios y el progresivo ascenso de bienestar material de los trabajadores socialistas, el control de la inflación no era importante para los economistas burgueses.
Otro de sus maravillosos “antes y después” lo encontramos en la cuestión del paro. Mientras que antes de la caída del campo socialista el desempleo cero era “teóricamente alcanzable” si se equilibraba la oferta y la demanda. La existencia de paro se debía a que los salarios eran muy altos según los capitalistas. De repente se sacaron de la nada la figura del “desempleo friccional” y ¡sorpresa! por cuestiones inexplicables –o mejor dicho, bien explicadas por Carlos Marx- las economías contaban con un mínimo “tope” de parados que varía según gusto y disfrute de lo que les convenga a estos aprendices de Goebbels. Lo que nunca dirán es que la humanidad también ha conocido estados de obreros y campesinos donde el trabajo se convierte en derecho y responsabilidad, no sólo en el “privilegio” de ser explotado frente a la miseria absoluta de ni siquiera serlo.
Si el caos capitalista está planificado para maximizar el mayor bienestar de la minoría, sólo la armonía del socialismo puede garantizar el bienestar objetivo de la mayoría de la población.
Hoy más que nunca, la tarea de los trabajadores no debe ser la de asistir impávidos a que la socialdemocracia regale todo nuestro esfuerzo a las grandes empresas. Frente a la ofensiva capitalista existe el legítimo derecho a la defensa socialista, a recuperar el dinero de los expropiadores, a convertir al explotado en hombre libre y al represor en reprimido.
¡Socialismo o barbarie!
¡Venceremos!
Etiquetas: CRISIS DEL CAPITALISMO
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