La amarga huella del frio agosto de 1991. La contrarrevolución
Viktor kozhemiako
De nuevo las hojas del calendario se acercan a esta fecha, 19 de agosto. ¿Qué ocurrió entonces, hace 18 años, en aquellos poco veraniegos para Moscú, sombríos días?
Hay quién los sigue considerando una fiesta. La celebración de su riqueza y su poder. Pero esos, digámoslo claramente, son una ínfima minoría. Para la absoluta mayoría de nuestro pueblo, para todo el enorme país en general, esos días se convirtieron en una auténtica catástrofe.
Pronto desaparecerá de los mapas geográficos ese mismo gran país, la Unión Soviética. Y la gente que habita sus enormes territorios, con una fe firme en el futuro luminoso, se verán privados de esa fe. Se verán privados de mucho de aquello, que los hacía auténticos dueños de su vida. Conocerán el amargo regusto de la prometida libertad, que solo lo será para unos pocos. Sabrán lo que es el desempleo y los salarios impagados, las naves vacías de potentes fábricas, los campos cubiertos de malas hierbas, la imposibilidad de adquirir una vivienda y dar a sus hijos educación…
Y más aún, la vida misma ya no será cosa de todos. No en vano, la población de Rusia perderá casi un millón al año, mientras los niños vagabundos y huérfanos crecerán en unas proporciones nunca imaginables.
En una palabra, la locura exultante de un puñado de ricachones con los bolsillos a reventar, y la desazón inconsolable de millones de humillados ultrajados y saqueados. Esto es lo que traerá al país aquel fatídico agosto.
Traducción Josafat S.Comín
Fuente: Pravda 18.08.09
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