Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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29 de octubre de 2007

El pogrom anticomunista en Indonesia.


(Fabio Giovannini, en "Breve historia del anticomunismo")
Extraído del PCE (m-l)


Indonesia, cuarto país más extenso del mundo, con cerca de 200 millones de habitantes e importantísimos yacimientos petrolíferos, fue escenario desde la segunda mitad de los años sesenta de un auténtico exterminio de los comunistas. La matanza fue de tal calibre que marca un sangriento hito en la memoria del anticomunismo y en la guerra de contrainsurgencia.

El PKI (Partido Comunista de Indonesia) era de tendencia claramente independentista y, tras una intensa oleada de huelgas, en 1927 lo disolvieron los holandeses, que eran quienes por entonces controlaban el archipiélago. Los comunistas eran quienes lideraban las luchas de liberación nacional, razón por la que se les reprimía y perseguía con dureza. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Indonesia proclamó la independencia y, al poco tiempo, fue nombrado presidente Achmed Sukarno, gran líder nacionalista y artífice de la independencia. El Gobierno anticolonial de Sukarno se apoyó en los comunistas, pero en 1958 las organizaciones musulmanas y pronorteamericanas llevaron a cabo toda una serie de fuertes protestas, consiguiendo retrasar así hasta 1963 la participación del PKI en el Gobierno. Fue entonces cuando Estados Unidos y Gran Bretaña urdieron un complot, con el objetivo de derrocar al Gobierno de Sukarno.

Escribe Roland Challis: "La conspiración empezó a tomar forma en 1960 cuando, como revelan los archivos nacionales de EE.UU., los departamentos de Estado y de Defensa tomaron medidas para proporcionar ayuda económica y militar a quienquiera que estuviera dispuesto a enfrentarse al Partido Comunista de Indonesia. Dos años más tarde, un documento firmado por el presidente John F. Kennedy y por Harold Macmillan afirmaba que era indispensable "liquidar" a Sukarno. Con el apoyo secreto de los estadounidenses, elementos de extrema derecha del ejército indonesio conspiraron para dar un golpe de Estado, que finalmente ocurrió el 1 de octubre de 1965. Seis generales derechistas y anticomunistas fueron asesinados y sus cadáveres lanzados a un pozo, lo que se interpretó hasta hace poco como un fallido golpe de Estado procomunista. Sin embargo, recientemente se ha descubierto que fue al parecer obra de oficiales nacionalistas en desacuerdo con la línea anti Sukarno de sus superiores derechistas. En todo caso, lo cierto es que, de resultas del golpe, el general Suharto se hizo con el poder y desencadenó una sangrienta represión contra todo sospechoso de tener simpatías comunistas. Un agente estadounidense de la embajada norteamericana fue quien proporcionó la lista de las víctimas más "recomendables", cuyos nombres desaparecían a medida que eran asesinados" (1).

Como consecuencia del intento de golpe atribuido a los comunistas, y con la caída de Sukarno y la llegada al poder del general Suharto, el PKI fue declarado ilegal y los militares iniciaron la matanza de miles y miles de personas, mujeres y niños incluidos. Fue un auténtico baño de sangre. "Los militares se lanzaron a la caza de los comunistas, a los que mataban en plena calle o en su domicilio e incluso mientras dormían. La cacería se mantuvo durante un largo período de tiempo. En Surabaya, ciudad obrera de Java oriental y baluarte comunista, hubo una auténtica carnicería. En los pueblos de Sumatra y Sulawes, los policías locales disparaban a matar contra los comunistas, ajustando así, en ocasiones, viejas cuentas personales. Muchedumbres enfurecidas, sobre todo de musulmanes, colaboraban con los militares allá donde existían fricciones entre grupos étnicos o religiones" (2).

Según Challis (3), en un sólo mes exterminaron a más de un millón de supuestos comunistas, y durante la larga dictadura de Suharto (1967-1998) otro millón de ciudadanos resultó asesinado. En 1968 se repitieron las ejecuciones en masa; sólo en Java asesinaron a golpes a más de 3.500 presuntos comunistas. Otros muchos disidentes fueron recluidos a perpetuidad en los campos de trabajo. Como consecuencia de todo ello, Estados Unidos, según palabras pronunciadas por el general Maxwell Taylor en 1972, había conseguido "la independencia de Indonesia y su relativa liberación de una amenaza comunista interna".

Las depuraciones en nombre del anticomunismo dieron comienzo a una dictadura populista marcada por la corrupción, el poder de los militares y la agresividad hacia el exterior. En 1975, las tropas indonesias invadieron Timor Oriental, y llevaron a cabo una política de genocidio de los timorenses, de cara a anexionarse el territorio. Ni Estados Unidos ni tampoco Occidente pensó en la necesidad de intervenir contra esta manifiesta violación del derecho internacional. Y es que Timor Oriental no era comparable, claro está, al Kuwait que invadió Saddam Hussein: a los dictadores "amigos" se les consiente lo que en modo alguno se permite a los dictadores "enemigos".

A pesar de todos los escándalos y de la sangrienta violencia ejercida, el régimen de Suharto duró más de treinta años, y el dictador no presentó su dimisión sino tras las sublevaciones y disturbios de mayo de 1998, conocidos como la Revolución Indonesia de 1998. Sin embargo, su renuncia no impidió que destacados representantes del depuesto régimen siguieran teniendo gran influencia en Indonesia, por medio de un bloque de treinta partidos y organizaciones religiosas y derechistas, la Alianza anticomunista (AKA), encabezada por Enrico Guterres, organizador del genocidio de Timor Oriental. Como consecuencia, se reprodujeron las agresiones contra grupos de izquierda, así como los asaltos a librerías y la quema de libros al estilo nazi. La prohibición establecida a partir de 1965 de exhibir productos, publicaciones, discos y películas donde aparecieran la hoz y el martillo o que contuvieran principios del pensamiento comunista siguió vigente, y, en 1995, la policía se incautó de un videojuego en el que aparecían, justamente, la hoz y el martillo.

(1) Roland Challis, "Our Dirty secret behind Indonesia's Coup", publicado en "The Sunday Times", el 29 de JUlio de 2001
(2) Doyo Uknowme, "Indonesia, 25 anni fa il massacro", publicado en "Il manifesto", 6 de octubre de 1990 (3) Roland Challis, "Shadow of a revolution: Indonesia and the Generals", Sutton, Londres 2001

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muy interesante deberian hacer una nota sobre la resistencia socialista en timor; con su destacable dirigente Taur Matan Ruak.

6:18 p. m.  

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