Necesidades de cambio en la izquierda mundial ante la nueva política exterior rusa
Una vez que parece haber concluido un nuevo episodio de guerra informativa del imperialismo yanqui contra el espacio post soviético, merece la pena en la izquierda mundial hacer una reflexión ante el nuevo cariz que la política exterior rusa está tomando en el mundo, y la reactivación de este país como sujeto internacional tras las políticas de asimilación económica, política y cultural que presidieron los gobiernos de Boris Yeltsin, que formaban parte de la agenda que el Pentágono aplicó colocando al frente de la Federación Rusa a uno de sus hombres.
Tal y como expresó la obra maestra cinematográfica de Sergio Einsestein Alejandro Nievski, Rusia ha sido un Estado que desde su fundación ha estado a expensas de agresiones militares, invasiones y provocaciones de los caballeros teutones, de los Estados pontificios, del fascismo alemán y del imperialismo yanqui, en un recorrido que ha durado siglos y que ha marcado el carácter del mayor Estado del planeta.
Las diferentes autocracias zaristas, salvo excepciones que comentaremos más adelante, lejos del pensamiento dominante acerca de que formaron parte de la defensa del territorio ruso, formaron parte sin embargo de esa ancestral política de saqueo forjada gracias a varios siglos de brutal opresión contra su propio pueblo. El mejor exponente de esta trayectoria es el actual territorio gringo de Alaska, que en 1867 fue vendido a los EE.UU. por 7,2 millones de dólares.
En definitiva partimos de un Estado que nace en sus orígenes como elemento defensivo contra las invasiones europeas y las cruzadas. No es casualidad que la “Historia sagrada” califique a las tribus fundadoras del futuro Estado ruso como tribus bárbaras y sangrientas, atrasadas y crueles. El fundador del Imperio mongol y probablemente el más conocido Gengis Khan, se le atribuyó una de las frases más elocuentes acerca del carácter que determinó el nuevo Estado “Nos defenderemos levantando un muro con los huesos de los invasores”(Fuente: Marco Polo).
“Un gigante con pies de barro”
Pedro I “El Grande”, uno de los rusos mejor valorados en recientes encuestas, fue uno de los primeros estadistas rusos que consideró que para hacer frente a la agresión permanente y que durante siglos mantuvo una periodicidad bastante regular, era necesario llevar a cabo un proceso de modernización e industrializació n que llevó a Rusia en pleno siglo XVII a muchos especialistas y técnicos europeos para modernizarse y convertirla, entre otras cosas, en una gran potencia marítima.
Pero la dinastía Romanov no siguió tal trayectoria inaugurada por Pedro I. Es más, llevó a cabo una política de dependencia estratégica de los países centrales y se convirtió en un Imperio cliente de sus enemigos ancestrales. La aniquilación, anexión forzosa y asimilación de sus pueblos limítrofes tenía un sentido no para los intereses de la clase dominante rusa, sino para los incipientes Estados imperialistas de Europa Central y Gran Bretaña. El título de este epígrafe es una frase atribuida a Napoleón, sin que el autor de este artículo pueda confirmarlo.
Por esto mismo el Imperialismo Ruso siempre se configuró como un imperialismo dependiente y que funcionó mientras los intereses de las grandes potencias europeas así lo acordaban. El pueblo ruso aquejaba su aislamiento y fue forjándose durante siglos una conciencia patriótica que, entre otras cosas, consideraba a la autocracia zarista como enemigo de primer orden, y no fueron pocos los movimientos políticos y revolucionarios que con amplio apoyo popular planteaban las necesidades de cambio. Hasta la Gran Revolución Socialista de Octubre, todos los intentos anteriores fueron aplastados con enormes baños de sangre.
La I Gran Guerra
Las enormes contradicciones que surgieron en Europa central en función del reparto de las colonias fueron las desencadenantes de una Guerra en la que el nuevo Imperio alemán reivindicaba un papel central que el resto de potencias negaban. El conflicto bélico que comienza en 1914 pone en evidencia el carácter subsidiario que el Imperio ruso tiene respecto a los países centrales, así como del resto de monarquías blancas de Europa Central. Aunque la descomposició n de la autocracia zarista comienza antes, con el primer gran varapalo en la Guerra del Japón, donde Rusia perdió importantes enclaves en Océano Pacífico.
En definitiva, debemos quedarnos con la idea de que el Imperio ruso se mantuvo en función de los intereses de las grandes potencias, y fue precisamente la reorientación estratégica de éstas la que determinó el principio del fin de su dominio militar. Unas potencias que estaban en guerra por el control de buena parte del mundo terminó de aislar al Estado ruso, y es en esas condiciones en el momento en el que se produce el gran salto político que pone al pueblo ruso en el primer orden de la escena internacional: la revolución bolchevique.
El primer Estado obrero triunfante
Las consecuencias de la Gran Revolución Socialista de Octubre tuvieron una gran importancia no solo en función de los cambios que vendrían después, sino que el pueblo ruso adquiere la conciencia de que su papel en el mundo se ha restablecido y ahora el nuevo régimen pasa a ser un agente activo en toda la humanidad. Los propios bolcheviques son conscientes de ello y advierten que la experiencia de Rusia y de los pueblos que la integran deberá servir a todos los pueblos del mundo para luchar contra el yugo del capital y del incipiente fascismo.
Y así fueron las consecuencias. Ante estos acontecimientos, Rusia(ahora ya Unión Soviética) vuelve a ser agredida como en siglos anteriores. Una Santa Alianza de países menores comienzan toda una serie de provocaciones y agresiones militares, desencadenan guerras civiles en el interior y varios territorios se rebelan contra el poder soviético armados por el Imperialismo alemán y exigiendo su “autodeterminació n”. Las milicias de “basmaches” (milicias fascistas que reagruparon a antiguos militares zaristas y que fueron armadas y financiadas por las potencias europeas) operaron hasta bien entrados los años 30, con el objetivo de llevar la inestabilidad al pueblo soviético y forzar a declarar el Estado de guerra permanente, que desde entonces se prorrogó hasta el fin de la Segunda Gran Guerra.
Toda la Dirección del PCUS, con Stalin a la cabeza, comprendió que estas provocaciones y el rearme alemán solo podían tener como consecuencia una nueva agresión bélica contra la URSS. Matanzas de ganado, quema de cosechas, sabotajes al ferrocarril, atentados contra funcionarios y dirigentes del Partido Comunista pusieron sobre la mesa la necesidad de dotar al Ejército Rojo de una estructura fuerte y a la vez, la necesidad de industrializar y mejorar las precarias comunicaciones de la URSS. Eso conllevó enormes flujos migratorios dentro de las propias fronteras soviéticas. Quedaba patente de nuevo la situación que había afectado a Rusia durante siglos, se aproximaba una nueva guerra de agresión, y por tanto, había que defenderse.
Ello no fue un óbice para que la URSS llevara a cabo la solidaridad internacionalista con otros pueblos que estaban llevando a cabo una guerra de liberación. El mejor ejemplo fue España, donde el Ejército Popular de la República solamente obtuvo ayuda militar y humanitaria soviética y mejicana. Es más, el llamado Comité de No Intervención formado por varias potencias centrales también se encargó de boicotear la ayuda al pueblo español contra el fascismo, impidiendo el paso por sus territorios de la ayuda necesaria para hacer frente al Ejército fascista, con sus aliados nazis alemanes e italianos.
Las consecuencias de la Guerra y cambios en la política exterior
A pesar de la victoria soviética contra el fascismo, la URSS acogió un saldo de víctimas de casi treinta millones de muertos y un país destrozado. Hoy, habiendo pasado más de sesenta años desde el fin de la guerra, todavía el pueblo ruso no se ha curado de las heridas de aquella agresión.
Con el fin de la guerra, la URSS y el PCUS ganaron un enorme prestigio internacional entre los trabajadores y pueblos del mundo, y su avance en Europa equilibraba las fuerzas populares a una altura considerable. La cooperación internacional no se cortó nunca, y en ese sentido, la URSS siguió jugando un papel activo en la política mundial.
Pero un inesperado giro en la dirigencia del Partido Comunista de la Unión Soviética a partir de 1956 y una “desestalinizació n” no solamente supusieron cambios internos en la estructura política, también lo fue en la política exterior. Con esta “desestalinizació n” la URSS renunciaba a jugar un papel activo en los procesos de liberación de los pueblos del mundo, y aunque su cooperación militar y humanitaria con éstos siguió brindándose, se sentaron las bases para un proceso paulatino de restauración del capitalismo en Rusia.
La URSS procuró no llevar el conflicto entre dos sistemas antagónicos a su máxima expresión, y se fue forjando una nueva élite que procuraría su liquidación. La URSS no jugó un papel imperialista a partir de 1956, pero su política exterior giró en torno a las necesidades que surgían en la órbita soviética en cada momento. La URSS, contrariamente a lo que se suele leer, no invadió pueblos, no practicó genocidios y sus relaciones bilaterales estuvieron presididas por la necesidad del mantenimiento de la estructura existente y evitar, ante todo, un enfrentamiento directo con los EEUU y el bloque militar de la OTAN.
Además, la estructura dirigente, se da cuenta de que para poder competir en condiciones de igualdad con los EEUU hay que liberarse del yugo del poder soviético. Hay que llevar a cabo una profunda “reforma” que restaure la propiedad privada y equipare a Rusia al modelo neoliberal, “reforma” que llevó adelante el último presidente soviético Miguel Gorbachov y el liquidador de la URSS Boris Yeltsin.
Ahora Rusia ya era un país capitalista con miras a ejercer una tutela imperial. El primer ejercicio imperialista de los dirigentes de la “Nueva Rusia” encabezados por Yeltsin fue contra su propio pueblo al que le robaron poderosas empresas y consorcios públicos, suprimieron su histórica legislación laboral, suprimieron los servicios públicos y se quedaron con ellos. Se disolvió el COMECON (Mercado Común de Ayuda Mutua), organismo puntero en la solidaridad internacional entre los pueblos en lucha. Se abandonó la cooperación médica con África, Asia y América Latina, facilitando el regreso de gobiernos reaccionarios. Se disolvió el Pacto de Varsovia, único mecanismo de autodefensa frente al carácter agresivo de la OTAN. El balance final fue EEUU/UE 10-0 Rusia/URSS.
El capitalismo en su apogeo
Rápidamente los pueblos del bloque socialista y del mundo entero sufrieron la magnitud de la caída de la URSS. La magnitud política y la magnitud humanitaria. El pueblo Yugoslavo supo rápidamente el carácter de las “democracias” occidentales y de la OTAN y de cómo sus históricos lazos de unión con el pueblo ruso se rompían porque sus dirigentes se besaban en la boca con los dirigentes capitalistas.
Yeltsin fue el elemento que pretendió asimilar al modelo norteamericano la política rusa y fue el exponente más nefasto de la restauración del capitalismo. Desprestigio internacional, saqueo de las arcas públicas, depuración del Ejército y terrorismo de Estado fueron la nota dominante.
Sin embargo, este proceso no contentó al bloque militar de la OTAN. Este organismo, a través de sus embajadores de la OSCE(Organizació n para la Seguridad y la Cooperación en Europa) facilitó el acceso de antiguos fascistas a los gobiernos del antiguo bloque del Este. Facilitaron la partición territorial de sus países y colocaron sus bases militares en torno a las fronteras rusas. Su objetivo era evitar que el gigante ruso comprendiera su poder económico y político, y ello suponía una ofensiva militar y otra política.
La ofensiva militar consistió en los ataques y la represión a los enclaves de mayoría rusa de Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, Georgia y otros países limítrofes. También había que facilitar el estallido de conflictos internos dentro de las propias fronteras rusas, como el de Chechenia, donde nunca existieron problemas de carácter religioso hasta una vez disuelta la URSS.
La ofensiva política consistió en la financiación de partidos reaccionarios y de “magnates” pro yanquis dentro de Rusia. Asimismo, la manipulación mediática, con la Agencia REUTERS a la cabeza, consistió en supuestas imágenes de bombardeos o de la “represión rusa”. La intención era demostrar al mundo el carácter “peligroso” y “mafioso” de Rusia. La guinda la puso el comerciante/ escritor Frederick Forsyth con su obra “El Manifiesto Negro” donde un Presidente electo ruso tenía planes secretos para llevar a cabo un proceso parecido al de la Alemania Nazi y donde el mundo entero tiene que intervenir para aplastar este peligro contra la humanidad. La lista es bastante larga.
Reactivación del papel de Rusia en el mundo
Una parte de la fracción dirigente rusa comienza a darse cuenta de que para poder ampliar su participación mundial en el proceso productivo, debe restaurar un proyecto político propio y no el modelo de asimilación que hasta ahora se había mantenido. Era preciso restaurar el poder industrial y tecnológico para reivindicar su papel, entre otras cosas, porque sigue habiendo una concepción generalizada entre el pueblo ruso de que éste volverá a ser agredido. Es necesario formar nuevos puentes de cooperación con los pueblos más pobres presentándoles una oferta asumible, sin contrapartidas políticas y sobre todo, más justa que el modelo yanqui.
En política interior, ha habido un enorme aumento de la popularidad del tándem Putin/Medvedev, la renta industrial supera desde 2006 a la renta proveniente de la extracción de gas y petróleo, hay un aumento general del nivel de vida y hay una tasa de crecimiento del empleo que está generando muy buenas expectativas de crecimiento económico. Además, la renta tecnológica es ahora un exponente de estos cambios, la producción con matrices propias y la innovación en materia de informática y telecomunicaciones es enorme.
El establecimiento de relaciones comerciales e inversiones en África, Asia y América Latina es el principal exponente de esta nueva política exterior. Asimismo, la creación de un canal ruso internacional en varios idiomas(próximamente también en castellano) llamado Russia Today está minando el poder del imperialismo de la UE y de los EEUU en el mundo.
Esta es en consecuencia la mayor preocupación del imperialismo, que acuciado por una crisis económica estructural solamente puede hacer frente militarmente a la amenaza rusa.
La agresión al pueblo de Osetia del Sur
La descarada agresión militar georgiana, con apoyo de la OTAN, a Osetia del Sur ha sido la expresión más criminal del pelele Shakasvili. Casi 1600 civiles muertos y Tsjinvali, la capital de esta región, prácticamente devastada.
Este Estado únicamente reconocido por Rusia, junto a Abjasia, ambos de mayoría rusa, quedaron bajo las fronteras de Georgia tras la partición de la URSS. Tras varias agresiones georgianas, se estableció una fuerza de paz rusa convenida por todas las partes y se visibilizaría en un futuro próximo la posibilidad del debate en Naciones Unidas acerca de la intención de su pueblo de proclamar su independencia transitoria hacia una unificación con Rusia.
Esta agresión, planeada por Georgia con ayuda de la OTAN el pasado año, según fuentes militares rusas, se hace en el momento de mayor crisis interna del Presidente Georgiano Shakasvili, con dudosa legitimidad interna y acuciado por los conflictos sociales, el aumento de la pobreza y el alineamiento pleno junto a los EEUU.
Ante esta agresión, el Gobierno de la República de Osetia del Sur pide auxilio al Gobierno Ruso. Rusia responde afirmativamente y envía una poderosa columna de su ejército para repeler la agresión georgiana. Esto incluye la destrucción selectiva de sus polvorines y el desarme de sus tropas.
Georgia lleva a cabo su agresión violando todas las convenciones internacionales sobre la guerra. Viola un acuerdo tomado días antes entre los gobiernos ruso y georgiano y lleva a cabo una operación que tiene como objetivo restablecer el estado de guerra en la región y la anexión forzosa de un territorio en disputa.
La operación, aparte de criminal, no pudo resultar más perjudicial para la OTAN. El Gobierno de Medvedev supo repeler en pocas horas la agresión y ha ganado prestigio no solo entre el pueblo de Osetia del Sur y Rusia, sino también dentro de Georgia, donde el fracaso de esta guerra ha puesto en peligro futuros acuerdos militares entre su gobierno y la OTAN ante la proximidad de Elecciones Presidenciales.
La respuesta rusa, que ha cumplido escrupulosamente todos los acuerdos, supone un paso de respuesta al operativo agresivo del mando militar de la OTAN y comienza a forjar, nuevamente, un nuevo escenario de contienda entre ambos bloques.
A día de hoy y como conclusión, y con el conocimiento de lo que supone para los pueblos del mundo, que han establecido acuerdos económicos y de cooperación más justos con Rusia, la derrota rusa solamente puede ser beneficiosa para consolidar el papel genocida de los EEUU en el planeta y además, repite la historia que Rusia ha vivido desde su fundación como Estado
1 Comments:
Alguien tendrá que frenar el imperialismo, solo lo podemos hacer nosotros, las personas.
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