Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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9 de enero de 2006

Apuntes chinos (del natural)



Higinio Polo

El Viejo Topo


1. En Pekín, o Beijing, llama la atención la modernidad de la ciudad. También en Shanghai. Visitar hoy esas ciudades, tras una ausencia de una década, las hace casi irreconocibles. Son, además, gigantescas. Pero todo el país lo es: para un europeo, las dimensiones de China confunden. No hay que olvidar que la población de China es hoy, aproximadamente, lo que era la de todo el mundo a inicios del siglo XX. China cuenta con una brillante civilización: la gran muralla, el gran canal, la ciudad prohibida, su refinada cultura, el vigor y la experiencia de sus campesinos que inventaron e interpretaron la vida, los inventos que cambiaron el planeta, son muestras de una realidad que Occidente sigue entendiendo mal y mira, desde lejos, con miedo y con codicia. Porque ese Occidente capitalista sigue creyéndose el centro de la humanidad, aunque su tiempo ya haya pasado. Así, es revelador que, en Europa o Estados Unidos, se siga denominando como Everest a la montaña más alta del mundo, cuando, en realidad, se llama Qomolangma, como la nombran chinos y nepalíes. Los chinos, mucho antes de que a Occidente se le ocurriese bautizar ese pico como Everest, ya lo habían situado sobre sus mapas: hace casi trescientos años.

Pekín bulle de animación. En la reformada calle Wangfujing, muchedumbres de pekineses pasean o compran, comen en pequeños y agradables restaurantes callejeros. En el Templo del Cielo, miles de turistas chinos van a ver el prodigio de las creaciones de su cultura milenaria. La transformación del país es un fenómeno de alcance histórico universal: se trata de convertir a 1.300 millones de campesinos en ciudadanos. Jamás se ha producido en la historia de la humanidad un proceso de envergadura semejante, y su resultado marcará el siglo XXI. Se calcula que, en los próximos quince años, unos doscientos o trescientos millones de campesinos se trasladarán a las ciudades: la población urbana de China aumentará de los actuales quinientos veinticinco millones a unos ochocientos millones de personas. Lo que esas cifras suponen escapa a nuestras convenciones, a los análisis que acostumbramos a realizar: es como si la Unión Europea tuviese que crear, en el breve lapso de quince años, puestos de trabajo, viviendas, barrios, ciudades, infraestructuras, centros sanitarios y educativos, para la la suma de la población de sus tres principales países miembros, Alemania, Gran Bretaña y Francia.

Ese es el desafío que enfrenta China. La última reunión, el pasado mes de octubre, del Comité Central del Partido Comunista Chino ultimaba el XI plan quinquenal (2006-2010). El plan persigue duplicar el Producto Interior Bruto (PIB) de China en 2010, tomando como referencia el del año 2000. Junto a ello, el PCCh aborda como objetivos del plan el perfeccionamiento del “sistema económico socialista de mercado”, la reducción del consumo energético, el fortalecimiento de las empresas chinas en el exterior, la educación obligatoria de nueve años de duración para todos, la creación de millones de nuevos puestos de trabajo, la reducción de la pobreza, el aumento del nivel de vida (con especial atención al campesinado), la estabilidad de los precios, y la mejora del parque de viviendas y del medio ambiente, así como de la educación y la cultura. Casi nada. El PCCh pretende también impulsar los mecanismos democráticos de participación popular y el imperio de la ley en todo el país, por encima de cualquier otra consideración, y avanzar en el reconocimiento de los derechos civiles. Quedan lejos los años de los disparates de la revolución cultural.

Seguir leyendo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=25130

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Un excelente trabajo para acercarse a la realidad china. Felicidades.

5:35 a. m.  

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