Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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21 de octubre de 2007

El Mar Caspio, encrucijada de intereses

Una Cumbre útil

Y. Kotov
Sovietskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti



Hace unos días se celebró en Teherán la cumbre de los cinco estados ribereños del Mar Caspio [N del T: son, aparte de Irán y Rusia, Azerbaiyán (capital Bakú), Turkmenistán o Turkmenia (capital Asjabad), y Kazajstán (capital Astaná)] en la que participó el presidente ruso V. V. Putin. Su llegada a la cumbre se combinaba con una visita oficial a Irán, lo que es un acontecimiento nada ordinario en las relaciones entre nuestros dos países, aunque solo fuera porque la última visita al máximo nivel a Teherán se produjo en el año 1943, cuando Stalin acudió allí al encuentro con Roosevelt y Churchill...

Pero la importancia del acontecimiento no radica solo en eso. Los resultados de la cumbre del Caspio han agitado seriamente, en muchos aspectos, al mundo diplomático y a amplios círculos de la comunidad internacional. Ante todo, en la cumbre se acordó la renuncia al empleo de la fuerza en las relaciones entre los estados de la región del Caspio, y también se declaró que los territorios de dichos estados no podrán ser utilizados por terceros países para actividades agresivas o militares de cualquier tipo. De este modo, la región se cerraría a los que pretendan establecer allí su influencia y dictar su voluntad a la comunidad de estados litorales del Caspio.

No es casual que este compromiso haya provocado comentarios irritados en Occidente. Había no pocas esperanzas de que los estados del Caspio pudieran ser utilizados por EEUU para el lanzamiento de ataques aéreos contra Irán. En este sentido, había cálculos especialmente con respecto a Azerbaiyán, con cuyo gobierno se habrían desarrollado conversaciones secretas acerca de la concesión de bases aéreas a los estadounidenses. Ahora, a juzgar por todo, esos planes tendrán que ser, si no enterrados, si al menos, aplazados indefinidamente.

Se percibe en las páginas de las publicaciones de EEUU la irritación que ha causado lo descrito arriba. Escriben que la administración Bush no tenía intención de incluir en sus planes de operaciones militares contra Irán ni a Azerbaiyán ni a Turkmenia. A los EEUU les sobran posibilidades, se dice, para atacar a Irán utilizando como base el territorio de Iraq, Turquía, Pakistán, Afganistán, y la aviación de la flota desplegada en el Océano Indico. Así que no hacían mucha falta otras alternativas, se dicen. Al mismo tiempo se reconoce que las esperanzas de arrastrar a Azerbaiyán a una guerra con Irán no eran , desde el principio, nada realistas, más aún, muchos azeríes viven en Irán, y Bakú difícilmente se decidiría a emprender acciones bélicas contra sus paisanos.

En nuestra opinión, lo más desagradable para EEUU y la OTAN en este asunto es el propio hecho de la constitución de estructuras de colaboración entre los países del Caspio, estructuras que regularían, no solo las cuestiones económicas, sino también las político-militares, haciendo la región inaccesible para las intromisiones desde el exterior. Con respecto a esto, es conveniente recordar que, en el momento de disolución del Pacto de Varsovia, Moscú pretendía concluir con sus antiguos aliados acuerdos que también hubieran excluido la posibilidad de utilización de los territorios de aquellos países por ejércitos extranjeros y su participación en bloques hostiles hacia nosotros. Entonces los EEUU y la OTAN consiguieron impedir esa sensata resolución con el apoyo de los necios “demócratas” rusos que gritaron que la nueva Rusia no necesitaba de semejantes “esquemas imperiales” de diplomacia. Ahora, cuando los EEUU y la OTAN penetran, de la forma más activa, en nuestras antiguas repúblicas caucásicas y centroasiáticas, se ha utilizado, para contener su presión, y con éxito, justamente aquel procedimiento. No cabe sino alegrarse por ello, y comprobar que la vida, después de todo, ha enseñado algo a nuestra élite de “nuevos rusos” en los años transcurridos desde 1991.

El cierre del paso a los jugadores exteriores en los asuntos de los estados de la región del Caspio no es la única causa de indisposición en Occidente. En la declaración final de la cumbre, y en los mensajes del presidente ruso durante su estancia en Teherán resonó claramente el reconocimiento del derecho legal de Irán a la utilización de la energía atómica con fines pacíficos, y sin ninguna discriminación, en conformidad con el Tratado de No Proliferación Nuclear. Eso ha sido un apoyo importante a Irán en su exacerbada disputa con EEUU y la UE con motivo del programa nuclear iraní. Como escribe el periódico “Irán News”, el hecho en sí de la presencia de Putin en tierra iraní certifica que la política de Occidente, dirigida al aislamiento de Irán ha fracasado, y da testimonio de la victoria de la diplomacia iraní. Una muestra significativa del estado de ánimo en Irán con este motivo la proporcionan las declaraciones de miembros del Parlamento (“Majlis”), que subrayan que Irán y Rusia son socios estratégicos, y se regocijan de que ahora ambos estados se encuentran “en el mismo lado del frente”. Todavía hay más. El “Times” de Londres escribe que, después de la cumbre en Teherán, las esperanzas de sanciones colectivas contra Irán “se esfuman”. Queda sólo la posibilidad de sanciones unilaterales por parte de EEUU y algunos de sus aliados, pero se adoptarían a largo plazo y sin provecho. De aquí, concluye el diario, que de la cumbre de Teherán han salido, más que nada, disgustos para “América” (sic).

Es completamente normal que en Occidente se hagan la pregunta de por qué los acontecimientos han girado en esa dirección. Pues Putin apoyó a Bush después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, después de eso, Rusia se ha ido separando cada vez más de los EEUU, especialmente tras el comienzo de la agresión a Iraq, y exteriorizó una clara tendencia a defender con más determinación sus intereses. Ahora los iraníes – se horrorizan los observadores occidentales- podrán decidir que el camino para la continuación de su programa de desarrollo de energía nuclear está abierto, y que los EEUU no han conseguido nada en sus intentos de aislar Irán y cambiar su estructura interna. Parece que Occidente se equivocó en sus cálculos cuando, pese a las objeciones de Rusia, se obstinó en ampliar la OTAN y la UE en dirección al Este, mostró sus pretensiones hacia Georgia y Ucrania, y avanzó sus planes de despliegue de Escudo Antimisiles en Europa.

Por lo que parece, nuestros adversarios y competidores geopolíticos han tardado en caerse del guindo. Ahora, verdad es, se consuelan con que, a pesar de los desagradables resultados para ellos de la cumbre de Teherán, a los EEUU les sigue quedando la posibilidad de “humillar” a sus participantes, y demostrar quien dirige de verdad la orquesta en el mundo contemporáneo. En opinión de algunos medios de la prensa londinense, precisamente ahora, una agresión militar contra Irán puede ser más probable. En cualquier caso, el Congreso de EEUU cada vez se inclina más por esa idea, incluyendo a la oposición demócrata a Bush. A los yanquis les sigue el juego también el nuevo presidente francés Sarkozy, por no hablar de Israel, que no hace mucho ha vuelto a demostrar, con el ejemplo de Siria, su capacidad de bombardear impunemente a otros países. En este contexto se publican alusiones a que, en caso de bombardeos sobre Irán, la primera víctima debe ser la central nuclear que se construye en Bushehr con participación rusa.
En Teherán, un lugar importante lo ocupó la discusión de las cuestiones del régimen del Mar Caspio. Este problema no encuentra solución desde hace más de 15 años, y en Occidente tienen grandes esperanzas en que las fricciones y divergencias entre los países del Caspio se mantendrán. A decir verdad, por esta vez, y en esa dirección, a los observadores occidentales les esperaba un gran desencanto. Claro que la convención para la división de las aguas territoriales y el fondo del Mar Caspio tampoco esta vez ha conseguido un acuerdo definitivo. Pero, como destacó el presidente de Kazajstán Nazarbáyev, el tema ha salido del punto muerto. En la declaración de conclusiones de la cumbre se señalan las vías para la solución de las cuestiones conflictivas y se fija el importante principio de que el Mar Caspio es una zona de soberanía de los estados litorales, y que por él podrán navegar sólo naves con bandera de esos estados. Se tiene la esperanza de que en la próxima cumbre del Caspio, a celebrar en Bakú en el 2008, se continuarán los progresos en la elaboración de la correspondiente convención, y se esté más cerca de su conclusión definitiva.

Únicamente los “buenos amigos” de Rusia no pierden, tampoco en este caso, la esperanza de que conseguirán enfrentarnos a nosotros y al resto de estados del Caspio, unos contra otros. Así , el “Daily Telegraph” cree que, en cuanto ocurra la división fronteriza del fondo del Mar Caspio, los estados ribereños necesitarán inversiones extranjeras y ayuda tecnológica para la prospección y explotación de los yacimientos de gas y petróleo. Ello permitirá efectuar presión política sobre los estados de Asia Central, provocar competencia y agudas disputas entre Rusia y los otros países del Caspio, fundamentalmente a causa de las rutas de salida del petróleo de sus yacimientos (hacer pasar los oleoductos a través de Rusia hasta el Mar de Azov o por Turquía, llegando al mar en la ciudad de Ceyhan).

Muchas esperanzas también se han depositado en que persistan los malentendidos entre Rusia e Irán por la financiación de la construcción de la central de Bushehr, el suministro de combustible nuclear y los plazos para la conclusión de las obras. Pese a la declaración de Putin de que Rusia mantiene el plazo acordado, se advierte que la parte rusa no concreta las fechas de finalización de las obras. A preguntas de uno de los periodistas sobre esta cuestión, Putin (después de concluida la entrevista al presidente iraní Ahmadinejad) dijo que él “sólo hacía promesas de algo a su madre cuando era pequeño”.

En general, la táctica de la diplomacia rusa en el tema iraní se interpreta en Occidente como que Rusia tiene enganchados tanto a Washington como a Teherán. A Washington se le promete algo difuso con respecto a impedir la transformación de Irán en una potencia nuclear, aunque aclarando a la vez que no existe peligro real de que esa transformación ocurra. Y a Teherán lo llevan de las riendas en relación con los plazos de terminación de las obras de Bushehr, suministro de combustible nuclear y puesta en marcha de la central. De este modo, la astuta Moscú, se dice, ordeña la vaca estadounidense y la iraní, y mejora su papel internacional. Semejantes declaraciones y razonamientos se explican, claro, ante todo por el desencanto y la disconformidad por la “desobediencia” que demuestra la parte rusa.

La cumbre de Teherán puede tener consecuencias estratégicas y comerciales a largo plazo. Es evidente que Rusia e Irán comparten en este momento un importante interés estratégico común – limitar la capacidad de penetración e influencia de los EEUU en esta región. Claro está que Rusia no está interesada en que Irán se haga con el arma atómica, pero esa cuestión recibirá una solución completa por medios políticos. Los intentos de nuestros “amigos” occidentales de desencadenar un conflicto bélico contra Irán, arrastrar a ella a los países ribereños vecinos y provocar otro foco de incendio más en Asia Central, sí que no responden a los intereses de Rusia en ninguna medida. Deben recibir y recibirán la correspondiente respuesta.

Fuente: http://sovross.ru/modules.php?name=News&file=article&sid=1769

Andrés Urruti pertenece al equipo de traductores de Cubadebate y Rebelión.

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