Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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10 de abril de 2010

APRENDER DE UNA VERDADERA REVOLUCION


No es un mero formalismo ni el afán de repetir rituales comentarios acerca de los discursos de líderes de los países socialistas; pero el discurso de Raúl Castro en la clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba (UJC), sin duda, marcará un hito en la historia de la Revolución Cubana. Es su contenido altamente ideológico y el conjunto de tareas que plantea - a lo que de una u otra manera será la fuerza principal de la defensa y la construcción socialista – los que le dan esta especial condición. Es un discurso meditado y bien medido. No sobrepasa las seis cuartillas y no llega a las 4.000 palabras.

Caracteriza el tiempo en el que tiene lugar el congreso como aquel en que se “realiza una de las más feroces y concertadas campañas mediáticas” en contra de la Revolución cubana. Caracteriza, a su vez, al IX Congreso como un congreso donde se habló poco de los logros y mucho de lo que hay que hacer. Esto reconforta, particularmente a quienes conocen las realidades de los países socialistas. Cuba ha hecho mucho. Sus niveles de salud, educación, ciencia, deporte, están entre los más altos del mundo. Pero aún así queda mucho por construir y eso lo dijo Raúl al “mostrar con toda crudeza la situación actual y las perspectivas.” Nada de edulcorar el verdadero cuadro.

De ahí resulta la principal conclusión del discurso y de lo tratado por los jóvenes comunistas: “La batalla económica constituye, más que nunca, la tarea principal y el centro del trabajo ideológico de los cuadros”. Esta frase encierra lo que, desde los clásicos, constituye el pivote del trabajo del Partido en la construcción del nuevo orden social. La revolución se hace para que la gente tenga una vida digna, sin privaciones, sin odiosas diferencias, para que nadie viva del trabajo ajeno y se desarrolle integralmente como persona. Empero las exigencias de la realidad son inexorables. La experiencia de la construcción revolucionaria enseña que todos esos objetivos son resultado del trabajo creador. Raúl es claro al señalar que deben acabar “las plantillas infladas”; “disminuir el gasto superfluo y el derroche” (…) buscar “trabajar no para vivir amparadas en regulaciones estatales excesivamente paternalistas e irracionales (…) que “jamás (estimularán) el amor por el trabajo”.

Esto dice Raúl a los 50 años del triunfo de la Revolución. ¡Quién crea que la batalla ideológica ha concluido con el ascenso al poder está profundamente equivocado! La batalla ideológica incluye el cambio de mentalidad, “el rechazo social a las ilegalidades y diversas manifestaciones de corrupción, (de) enriquecidos a costa del sudor de la mayoría, diseminando actitudes que atacan directamente a la esencia del socialismo”. Este es, no quepa duda alguna, un espejo en el que debemos mirarnos a diario quienes hablamos de la construcción de un nuevo orden social.

Hay algo más que recuerda Raúl al convocar a la nueva generación a formar “líderes de verdad, no improvisados, que hayan pasado por la insustituible forja de la clase obrera, en cuyo seno se cultivan los valores más genuinos de un revolucionario. La vida nos ha demostrado con elocuencia el peligro de violar ese principio.”

Es por todo esto que la Revolución Cubana despierta la solidaridad de los pueblos y los revolucionarios del Planeta entero. Hoy la necesita más que nunca. Pero también, ser solidario con la Revolución Cubana es aprender de ella.

Marcos Domich, dirigente del Partido Comunista de Bolivia (PCB)

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