El norte del Cáucaso debe recuperar los valores y principios soviéticos
El poder soviético mantuvo las organizaciones comunistas chechenas en deportación, permitió a ese pueblo una vida digna y en 1954 y 1956 podía regresar pacíficamente quien lo desease. El pueblo mantuvo un alto agradecimiento a Stalin, símbolo del poder soviético, según señala el investigador que viajó por Chechenia en los años 90 y que conoce perfectamente el ruso. Observó que las tropas rusas eran bien acogidas en las aldeas sólo si enarbolaban la bandera roja soviética, símbolo de autoridad, paz y de orden. Lejos de estar marginado, el pueblo checheno disfrutó de puestos relevantes en la vida militar, científica, deportiva y política de la Unión Soviética. La modernización socialista diluyó las ancestrales estructuras clánicas, fomentó el internacionalismo y cortó la entrada de la versión más reaccionaria del Islám.
Sin embargo la incipiente burguesía contrarrevolucionaria y mafiosa chechena derrocó en 1991 el gobierno comunista checheno encabezado por el camarada Doku Zavgayev, asesinó al secretario del Partido Comunista en la capital Grozni, camarada Vitali Kutsenko, y al rector judío de la Universidad de Grozni y dejó malheridos a bastantes diputados. Desataron el terror contra los civiles judíos, rusos, armenios y de otras minorías y también contra chechenos que no querían separarse ni de la URSS ni de Rusia. Debieron escapar para salvar la vida. De 1991 a 1999 21 mil civiles de origen ruso y varios miles de chechenos pro soviéticos fueron asesinados. De los 2600 judíos de Chechenia en 1989 sólo quedan 20 en 1993.
Esa burguesía criminal fue apoyada por la oligarquía rusa, los fascistas georgianos y por los servicios secretos imperialistas. Dichas fuerzas concentraron su ayuda en el sector más abiertamente criminal y ultrarreaccionario de la burguesía chechena encarnado en el architerrorista Shamil Basayev, el asesino de decenas de niños en Beslán. El oligarca agente de Yeltsin Boris Berezovsky lo financió con abundantes sumas de dinero y la CIA le dió entrenamiento terrorista en 1994 en el campo de Markaz-i-Dawar en Pakistán. El terrorista Basayev estuvo en contacto con el jefe del servicio secreto pakistaní (ISI), general Javed Ashraf, y con el ministro georgiano del interior. Otro terrorista checheno, Ruslán Gelayev, se consideraba amigo personal del tirano georgiano Shajashvili. El imperialismo ha respaldado ampliamente a los terroristas chechenos: la Fundación Ford apoyó a los seguidores del general gorbachoviano traidor Dzojar Dudayev; el Departamento de Estado recibió en el 2000 al terrorista Ilyas Ajmadov a quién contrató la NED (National Endowment for Democracy); la Freedom House creó un Comité a favor de los terroristas dirigido por el ex secretario de estado y asesor de Obama Zbigniew Brezinsky, inventor de la Jihad en Afganistán y primer jefe de Bin Laden; el terrorista Akmed Zakayev es asilado en Londres.
Hoy parece que el debilitamiento general del imperialismo le impediría apoyar como hace años a los terroristas norcaucasianos.
La derecha rusa no puede reeducar a los pueblos norcaucasianos en el espíritu soviético. Serán ellos mismos los que recuperen el poder, reorganicen su vida, expulsen las ideas reaccionarias, arrebaten el control a las mafias y se hermanen con sus hermanos, los pueblos soviéticos.
Etiquetas: Espacio postSoviético
1 Comments:
Un texto interesante
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